Continuamos con nuestro camino de meditación sobre la fe católica. Desearía hoy dar un paso más en nuestra reflexión, partiendo de algunos interrogantes: ¿la fe tiene un carácter sólo personal, individual? ¿Interesa sólo a mi persona? ¿Vivo mi fe solo?
No puedo construir mi fe personal en un diálogo privado con Jesús, porque la fe me es donada por Dios a través de una comunidad creyente, en una comunidad creyente que es la Iglesia y me introduce así, en la multitud de los creyentes, en una comunión que no es sólo sociológica, sino enraizada en el eterno amor de Dios que en Sí mismo es comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Nuestra fe es verdaderamente personal sólo si es también comunitaria: puede ser mi fe sólo si se vive y se mueve en el “nosotros” de la Iglesia, sólo si es nuestra fe, la fe común de la única Iglesia.
Los domingos, en la santa misa, recitando el “Credo”, nos expresamos en primera persona, pero confesamos comunitariamente la única fe de la Iglesia. Ese “creo” pronunciado singularmente se une al de un inmenso coro en el tiempo y en el espacio, donde cada uno contribuye, por así decirlo, a una concorde polifonía en la fe.
El Catecismo de la Iglesia Católica sintetiza de modo claro así: «Creer es un acto eclesial. La fe de la Iglesia precede, engendra, conduce y alimenta nuestra fe. La Iglesia es la Madre de todos los creyentes. “Nadie puede tener a Dios por Padre si no tiene a la Iglesia por Madre” (San Cipriano)» (n. 181). La fe nace en la Iglesia, conduce a ella y vive en ella.
Es en la comunidad eclesial donde la fe personal crece y madura. Un cristiano que se deja guiar y plasmar poco a poco por la fe de la Iglesia, a pesar de sus debilidades, límites y dificultades, se convierte en una especie de ventana abierta a la luz del Dios vivo que recibe esta luz y la transmite al mundo.
El beato Juan Pablo II, en la encíclica Redemptoris missio, afirmaba que “la misión renueva la Iglesia, refuerza la fe y la identidad cristiana, da nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones. ¡La fe se fortalece dándola!”. (n. 2)
Extracto de la Catequesis del Papa Emérito Benedicto XVI (31 de octubre de 2012) – www.vatican.va
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